Cueva y Castilla, Beltrán de la. Duque de Alburquerque (VI). Cuéllar (Segovia), m. s. xvi – Madrid, 13.III.1612. Virrey de Aragón.
Hijo de los ilustres señores Diego de la Cueva y Toledo, segundón del duque de Alburquerque, y María de Castilla y Zúñiga. Pasó la infancia en Madrid, donde se crió con su tía Ana de Castilla, y vivió en la Villa y Corte la mayor parte de su vida.
Sobrino carnal del tercer virrey de Aragón, Beltrán de la Cueva, y sucesor en los títulos de VI duque de Alburquerque, III marqués de Cuéllar, conde de Ledesma y de Huelva. Fue también caballero profeso y Trece de la Orden de Santiago, así como comendador mayor de la Puebla de Sancho Pérez.
Con respecto a su vida sentimental, contrajo nupcias en dos ocasiones. La primera con su sobrina, Isabel de la Cueva y Fernández de Córdova, con dispensa por el grado de consanguinidad, con la que tuvo siete hijos; entre ellos, Francisco Fernández de la Cueva, VII duque de Alburquerque y su sucesor en la línea dinástica. Volvió a contraer nupcias por segunda vez, también con dispensa pontificia, con Ana Fernández de Córdoba Cardona y Aragón, prima hermana de la anterior, con la que tuvo cuatro hijos.
Sirvió al rey Felipe II en distintos puestos de la Administración, destacando su designación real como virrey de Aragón, según consta por Real Cédula expedida en El Escorial con fecha de 14 de junio de 1593. Ocupó el puesto de virrey de Aragón entre 1593 y 1601. La ceremonia de jura del virrey se produjo el 14 de febrero en La Seo con gran aparato, cuando era justicia de Aragón Juan de Pueyo, y asistencia al acto de los diputados del reino y lo más granado de la aristocracia aragonesa. Con toda seguridad, las Cortes de Tarazona de 1592 ya habían abierto el camino a la toma de posesión de un cargo que, por su designación real y su capacidad decisoria en Aragón, siempre era fuente de conflictos con otras instituciones aragonesas.
Durante el virreinato de Cueva y Castilla en Aragón se intentaron encauzar las relaciones entre la Monarquía y la nobleza aragonesa. Felipe II ya había concedido un amplio perdón a los aragoneses tras las pasadas alteraciones, con motivo de los sucesos protagonizados por Antonio Pérez. Por ello cabe pensar, incluso, que la sustitución de Miguel Martínez de Luna, conde de Morata, como virrey del reino fuera acogida con cierto regocijo y satisfacción en Zaragoza.
No se celebraron Cortes durante su estancia en Aragón, aunque asistió a numerosos actos institucionales y conmemorativos, entre ellos las exequias funerarias por la muerte de Felipe II y el alborozo vivido con la visita de Felipe III a Zaragoza en 1599, que sirvió para restañar antiguas heridas, al darse orden para que se retirase la cabeza de los ajusticiados en 1591 (Diego de Heredia, Juan de Luna, Francisco de Ayerbe y Miguel Fuertes), así como los carteles infamantes colgados en los principales lugares y edificios públicos de la ciudad, que recordaban los momentos de la rebelión de los súbditos aragoneses.
La corta visita real de 1599 a Zaragoza impidió la celebración de Cortes en el reino. Sin embargo, se produjo la renovación del vínculo pactista entre Rey y reino con la jura de los fueros de Aragón, celebrada el 12 de septiembre de 1599, de manos del lugarteniente Juan Clemente Romeo en La Seo metropolitana de Zaragoza y con asistencia de Beltrán de la Cueva. El esfuerzo del reino por olvidar los trágicos sucesos de 1591 dio lugar durante las dos décadas siguientes a un intento de recuperación de la imagen de buenos vasallos con que siempre se había considerado desde la Corte a los aragoneses. A finales de septiembre de 1599, renovaba su puesto Beltrán de la Cueva por otro mandato, hasta 1601. El cosmógrafo portugués Juan Bautista Labaña, en su visita por el reino y la ciudad de Zaragoza una década más tarde, hace unas descripciones que distan muy poco de la capital aragonesa que en 1602 abandonó Beltrán de la Cueva para dirigirse a Madrid, donde falleció el 13 de marzo de 1612.
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Porfirio Sanz Camañes
